MACROECONOMÍA
Macroeconomía
Uxó González, Jorge
I.
CONCEPTO
La macroeconomía estudia el funcionamiento global de una economía como un todo, sin hacer hincapié en el comportamiento específico de distintos sectores o agentes en cada mercado por separado. Es decir, el objeto principal de la macroeconomía es explicar la evolución de los agregados económicos, como el producto interior bruto, el nivel general de precios o la tasa de desempleo. Estos agregados son el resultado de agrupar los comportamientos de distintos agentes individuales en diferentes mercados. Por el contrario, la microeconomía se ocupa del análisis del comportamiento individual de los agentes (empresas productoras, consumidores) y su interacción en mercados particulares.
Por ejemplo, al estudiar la evolución de los precios desde un punto de vista macroeconómico se realiza un promedio de todos los precios de los bienes y servicios que forman la economía, obteniendo el nivel general de precios, incluso aunque se sepa que cada uno de ellos puede estar teniendo comportamientos diferentes. Si se estudia el desempleo, se trata de obtener aquellas características comunes a las distintas industrias y definir las medidas que permitirían reducir la tasa de paro a lo largo del conjunto de la economía. O si se estudia el consumo, se analizará qué relación existe entre la cifra total del consumo de las familias del país con otras magnitudes como la renta o el tipo de interés, más que estudiar las decisiones individuales que realizan los consumidores cuando escogen entre distintos tipos de bienes en función de sus precios relativos.
II. PROBLEMAS QUE TRATA LA MACROECONOMÍA
Otra forma de definir la macroeconomía es considerar los principales problemas de los que se ocupa. Los más importantes son los siguientes:
• El crecimiento económico a largo plazo. El crecimiento económico es el ritmo al que se incrementa la producción de bienes y servicios de una economía, y por tanto su renta, durante un periodo determinado. La teoría del crecimiento se ocupa principalmente de analizar los factores que influyen en el ritmo al que crece una economía por término medio a largo plazo. Se trata de una cuestión fundamental, porque es la vía principal por la que puede aumentarse el nivel de vida de la mayoría de la población, especialmente en aquellos países en los que se parte de un nivel de desarrollo muy bajo. Además, el crecimiento económico tiene efectos acumulativos sobre el PIB, de forma que pequeñas subidas en esta tasa se multiplican si se mantienen a lo largo el paso del tiempo, dando lugar a incrementos importantes en el nivel de producción.
• La productividad. El Premio Nobel de Economía en 2009, Paul Krugman, afirma que la productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo. La capacidad de la economía para lograr crecimientos per capita sostenibles a largo plazo depende en gran medida de que consiga avances en la productividad agregada de su población activa. Esto, a su vez, se explica por la tasa de progreso técnico.
• Las fluctuaciones cíclicas. Los dos problemas anteriores tienen que ver con el comportamiento de la economía a largo plazo. Sin embargo, cuando se analiza la economía desde una perspectiva a más corto plazo se observa que experimenta ciclos económicos alrededor de esta tendencia secular. Por ejemplo, la economía española ha atravesado una fase de crecimiento muy elevado entre 1999 y 2007, pero en 2008 se inició un periodo de ralentización que ha acabado generando incluso una recesión del PIB. La macroeconomía a corto plazo se ocupa más bien de analizar las razones de estas fluctuaciones y los factores que determinan la posición que alcanzará el PIB en un periodo concreto en relación con su tendencia a largo plazo. En este análisis juega un papel especialmente importante el comportamiento de la demanda agregada.
• El desempleo. Todas las economías tienen una parte de su población activa desocupada. En algunos casos, se trata de un porcentaje reducido y puede explicarse como el resultado normal, y transitorio, del funcionamiento de los mercados. En otros periodos, sin embargo, este fenómeno puede ser mucho más importante: en España la tasa de paro ha pasado del 8% en 2007 al 17% en 2009. ¿Qué explica las diferencias en la tasa de desempleo entre un periodo y otro, dentro de un país? ¿Y qué explica que, por término medio, un país soporte una tasa de paro mayor que otro a lo largo de las distintas fases del ciclo económico? ¿Qué medidas de política económica permitirían reducir tanto la tasa de paro media como sus variaciones a lo largo del ciclo?
• La inflación. Más que de lo que ocurra con los precios relativos de los diferentes bienes y servicios que se producen en un país, la macroeconomía se ocupa de la evolución agregada de todos los precios. Cuando éstos suben a una tasa demasiado elevada pueden generarse pérdidas de bienestar importantes (distorsiones en la asignación de recursos, menor tasa de crecimiento, efectos distributivos), pero esto también puede ocurrir si los precios se reducen de forma generalizada, apareciendo una espiral deflacionista. La macroeconomía analiza entonces qué factores son los principales determinantes de la tasa de inflación de un país y qué tipo de políticas económicas permite mantener a medio plazo una tasa de inflación óptima.
• El saldo de las relaciones con el exterior. Cada vez más, los residentes en un país realizan intercambios económicos de todo tipo (comerciales, financieros) con los residentes de otros países. La macroeconomía también se ocupa del análisis agregado de estas relaciones, considerando por ejemplo las implicaciones que puede tener el saldo de los intercambios comerciales de un país sobre su capacidad de crecimiento, o cómo influyen los mercados internacionales de capitales en el tipo de interés nacional.
• Las cuentas públicas. Por término medio, el peso del sector público en las economías europeas se sitúa actualmente en torno al 45%, medido a través de la relación entre gastos públicos totales y el PIB. Por tanto, el análisis del comportamiento del estado y su influencia sobre la economía es importante, y desde el punto de vista de la macroeconomía se presta una atención especial al análisis del déficit (o superávit) público y la evolución de la deuda pública.
• Los mercados financieros, el tipo de interés y el dinero. Un correcto funcionamiento del sistema financiero es fundamental para que una economía de mercado pueda desarrollarse correctamente. Por otro lado, los bancos centrales pueden influir en la cantidad de dinero que está en circulación en la economía y en el nivel en que se encuentra el tipo de interés —al menos a corto plazo-. La macroeconomía se ocupa también de analizar la influencia de estas variables en la evolución de las principales macromagnitudes.
Por supuesto, cada uno de estos aspectos del funcionamiento de la economía puede ser considerado también con una perspectiva más macroeconómica. Pero lo que distingue a la macroeconomía es que estos problemas se abordan desde el punto de vista de los resultados globales de toda la economía.
III. LAS POLÍTICAS MACROECONÓMICAS
La economía es una ciencia que combina una vertiente positiva (explicación de los hechos observados y desarrollo de teorías que nos permitan enunciar leyes generales sobre su comportamiento) con una vertiente normativa (proposiciones de carácter valorativo en las que se enuncian algunos objetivos deseables sobre el comportamiento de la economía y se proponen los instrumentos más adecuados para alcanzarlos). Esta segunda vertiente da lugar al desarrollo de políticas económicas, y éstas tienen una gran importancia en el campo de la macroeconomía. Concretamente, los instrumentos principales de política macroeconómica tratan de influir en los objetivos de renta, empleo, inflación y saldo exterior, fundamentalmente a través de influencia sobre la demanda agregada:
• La política fiscal, que se desarrolla por el gobierno a través de las variaciones en los ingresos y gasto públicos, y por tanto el déficit público. Cuando el déficit se incrementa se dice que la política fiscal es expansiva, ya que dará lugar a un crecimiento más elevado de la demanda agregada, por lo que será recomendable cuando la economía atraviese una fase de bajo crecimiento cíclico. Por ejemplo, la mayoría de los gobiernos han desarrollado políticas de estímulo fiscal durante 2009 para paliar los efectos recesivos de la crisis financiera originada en 2007 en Estados Unidos. Al revés, en épocas en las que el problema principal no es el bajo crecimiento y el desempleo, sino la inflación, la política fiscal debería ser contractiva.
• La política monetaria, que aplican los bancos centrales. Aunque tradicionalmente la política monetaria se entendía como el control de la oferta monetaria, en la actualidad el instrumento fundamental es más bien el control del tipo de interés. La mayoría de bancos centrales han situado el objetivo de la estabilidad de precios a medio plazo como su objetivo principal, aunque también utilizan los cambios en el tipo de interés para lograr la estabilidad cíclica del PIB. Por ejemplo, la Reserva Federal redujo drásticamente los tipos de interés cuando se inició la crisis de las hipotecas subprime, y otros bancos centrales han seguido después este mismo comportamiento.
• La política cambiaria. El tipo de cambio entre la moneda de un país y las de los países competidores puede tener una gran importancia desde el punto de vista de muchas variables macroeconómicas, y especialmente el saldo comercial (que es un componente del PIB) y la tasa de inflación. Actualmente, el tipo de cambio de las principales monedas (dólar, euro, yen, libra) fluctúa libremente en función de la oferta y demanda de cada moneda en los mercados de divisas, aunque los bancos centrales pueden intervenir también en estos mercados comprando y vendiendo divisas si lo creen necesario.
IV. LA EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO MACROECONÓMICO
Puede afirmarse que la historia de la macroeconomía como se entiende en la actualidad nace en 1936, con la publicación de la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero por parte de J.M. Keynes. Desde entonces, se han producido muchos avances en la creación de un núcleo de consenso entre los macroeconomistas, aunque todavía es posible seguir distinguiendo (dentro de la corriente principal) dos enfoques distintos sobre el funcionamiento de la economía agregada:
• El enfoque neoclásico, liberal o no intervencionista. Según esta perspectiva, la economía de mercado funciona de forma adecuada sin la necesidad de intervenciones reguladoras por parte del sector público. Las variaciones de precios son un mecanismo autorregulador eficaz para asegurar que la economía se mantiene cerca del equilibrio con plena utilización de los recursos la mayoría del tiempo, y que las desviaciones de esta situación son poco duraderas. El papel de estado en la economía debe ser el mínimo para asegurar determinadas funciones imprescindibles, como la justicia y el orden público, así como para asegurar los derechos de propiedad y otras condiciones básicas para el funcionamiento de los mercados. Pero más allá de asegurar un marco correcto para el desarrollo de los mercados, no debe intervenir en ellos. La política macroeconómica no debe tener un papel activo —salvo circunstancias muy excepcionales— y debe limitarse a asegurar un contexto de estabilidad macroeconómica (inflación controlada, tipos de interés bajos y estables, equilibrio presupuestario y deuda pública controlada).
• El enfoque keynesiano o intervencionista. La aportación básica de Keynes a la economía fue que las economías de mercado pueden encontrarse frecuentemente en un equilibrio insatisfactorio, caracterizado por una tasa de desempleo elevada y prolongada. La causa es la falta de demanda agregada y se requiere la intervención activa de las autoridades para regularla. Aunque teóricamente pueden existir mecanismos de autorregulación que actúan a través del mercado, lo hacen tan lentamente que operativamente no son significativos, al menos a corto plazo. Aunque pueden reconocer que las políticas públicas de este tipo puedan ser imperfectas, son lo suficientemente buenas para mejorar el funcionamiento de la economía.
Teniendo en cuenta la existencia de estas dos corrientes teóricas en el desarrollo de la macroeconomía, a continuación se destacan las aportaciones principales que han ido constituyendo el núcleo actual del pensamiento macroeconómico:
1. John Maynard Keynes
La publicación de su “Teoría General” en 1936 constituye una revolución en la forma de entender el funcionamiento de la economía y el nacimiento de la macroeconomía moderna. Su obra enfatizó la posibilidad de que, a corto plazo, pudiera producirse un fallo de demanda agregada que generaría una prolongada situación de desempleo que el mercado no podría corregir por sí solo. Eran necesarias, por tanto, intervenciones públicas para regular la demanda agregada, contrariamente a lo que se sostenía hasta entonces por la economía convencional. Para llegar a estas idea introdujo también otros conceptos que hoy forman parte del conjunto de conocimientos de la macroeconomía ampliamente aceptados: el multiplicador de la renta, la preferencia por la liquidez o demanda de dinero para explicar cómo se determina el tipo de interés, o la importancia de las expectativas para explicar la demanda de consumo y, sobre todo, los cambios en la demanda de inversión. Sus aportaciones dieron lugar a toda una corriente de economistas que sigue teniendo gran influencia en la actualidad.
2. La síntesis neoclásica
El pensamiento dominante desde los años cincuenta hasta los años setenta del siglo XX integró las principales ideas keynesianas a corto plazo con las ideas clásicas a largo plazo. Entre los economistas principales de esta corriente, aunque destacando también importantes diferencias entre ellos, no puede dejar de citarse a J. Hicks, P. Samuelson, J. Tobin, F. Modigliani, R. Solow o, en la vertiente monetarista de la síntesis, M. Friedman.
Durante estos años, el desarrollo de la macroeconomía contó con un instrumento que permitió unificar los debates de las distintas posiciones en torno a modelo común: el modelo IS-LM. Además, se realizaron avances importantes en el análisis de los determinantes del consumo, la inversión y la demanda de dinero, y en 1956 se publicó por parte de R. Solow el artículo en el que aparecía por primera vez el modelo que ha servido como referente principal de toda la teoría moderna del crecimiento. Otra herramienta fundamental en el análisis macroeconómico también apareció en estos años, aunque después fue criticada y modificada sustancialmente. Se trata de la Curva de Phillips, que pretendía relacionar el nivel de renta y la tasa de paro (cuya determinación se explicaba con el modelo IS-LM) con la tasa de inflación.
A pesar de que estos años supusieran un avance en la construcción de un modelo de consenso, siguieron manteniéndose debates importantes entre la mayoría de los miembros de la síntesis neoclásica, partidarios de las ideas keynesianas, y los monetaristas seguidores de Milton Friedman, mucho más reacios a la intervención pública. Estos debates se concentraron sobre todo en el papel más o menos activista que debía desempeñar la política económica y los problemas que ésta podía plantear; en la eficacia relativa de la política fiscal (preferida por los keynesianos) y la monetaria (preferida por los monetaristas), que en definitiva dependía de las pendientes que tuvieran las curvas IS y LM; y en tercer lugar, en torno a la Curva de Phillips. Durante los años sesenta esta relación inversa entre inflación y desempleo se interpretó como un “menú estable de política económica” que las autoridades podían explotar a través de la política de demanda. En cambio, Milton Friedman introdujo en 1958 las expectativas inflacionistas en la Curva de Phillips y el concepto de tasa natural de desempleo. De acuerdo con este planteamiento, la Curva de Phillips no es una relación estable que las autoridades puedan explotar a largo plazo, y los intentos de reducir la tasa de paro por debajo de su tasa natural acabaría generando únicamente una aceleración de la inflación.
3. La revolución de las expectativas racionales
Los años setenta del siglo XX enfrentaron a los macroeconomistas a un problema inesperado. Acostumbrados a tratar —con aparente éxito— los problemas relacionados con la gestión de la demanda agregada y las fluctuaciones cíclicas, en las que el desempleo y la inflación se movían en sentido contrario, se desencadenó una crisis de oferta y apareció un nuevo problema: el estancamiento con inflación. Las herramientas analíticas desarrolladas hasta entonces, y en particular la Curva de Phillips, no podían explicar estos hechos ni las políticas económicas diseñadas anteriormente parecían las adecuadas para resolverlo.
En este contexto, un grupo de economistas liberales vinculados a lo que se conoce como “escuela de Chicago”, entre los que destacan R. Barro, R. Lucas y T. Sargent, protagonizaron el desarrollo de un conjunto de modelos que tenían como ideas fundamentales las expectativas racionales, la defensa del supuesto de equilibrio continuo de los mercados y la crítica a las políticas intervencionistas desarrolladas al amparo de las ideas keynesianas.
El concepto de expectativas racionales implica que los agentes económicos forman estas expectativas utilizando toda la información disponible en ese momento y todos los conocimientos disponibles, de forma que no cometen errores sistemáticos. Este concepto tuvo implicaciones importantes para el núcleo de la macroeconomía vigente hasta entonces, y sobre todo para algunas de las ideas y políticas desarrolladas a partir de las ideas de Keynes. De una forma muy resumida, estas implicaciones son: los modelos utilizados hasta entonces para predecir los efectos de las políticas económicas no eran adecuados, ya que en ellos se consideraba que los agentes económicos permanecían pasivos ante los cambios adoptados por las autoridades, cuando en realidad los anticiparían al formular sus expectativas (Crítica de Lucas); las desviaciones de la tasa de paro respecto a su valor natural tenían una duración mucho menor de lo que predecían los modelos keynesianos (Curva de Phillips vertical); y en el análisis de la política económica es necesario considerar el “juego” que se establece entre las autoridades y el público, apareciendo conceptos como “credibilidad”, “inconsistencia temporal” o “reglas”.
4. Nueva Macroeconomía Clásica y Nueva Macroeconomía Keynesiana
Las expectativas racionales supusieron un cambio profundo en la macroeconomía y se ha ido introduciendo progresivamente en la mayoría de teorías desarrolladas desde entonces. Sin embargo, cuando se acompaña de otros conceptos teóricos y supuestos sobre el comportamiento de los agentes y el funcionamiento de los mercados, esta hipótesis da lugar a dos principales tendencias de la macroeconomía actual.
Por un lado, la nueva macroeconomía clásica añade al supuesto de expectativas racionales el concepto de equilibrio continuo de los mercados. La consecuencia es que la economía tiende de forma permanente y rápida a situarse en torno a sus niveles de equilibrio. Además, este equilibrio se caracterizará por el pleno empleo de los recursos, salvo que existan en la economía determinadas rigideces reales, como las que se derivan de la legislación laboral o el excesivo poder de los sindicatos. Según este punto de vista, el papel de la política económica debe ser más bien eliminar estas barreras al funcionamiento de los mercados que tratar de regular la demanda agregada. En cuanto a las fluctuaciones económicas, una primera versión de modelos de la nueva macroeconomía clásica las atribuye a un comportamiento “sorpresivo” o no sistemático de las autoridades, que no puede ser anticipado por los agentes, provocando un alejamiento temporal de la tasa de paro natural. Una segunda versión es la teoría de los ciclos reales, en las que las fluctuaciones que se observan son de hecho cambios en la renta de equilibrio provocada por shocks tecnológicos o cambios en las preferencias de los agentes económicos.
En cuanto a la nueva economía Keynesiana, también incluye la idea de que debe tenerse en cuenta al formular los modelos el comportamiento racional de los agentes. Pero, en cambio, consideran que en la economía hay factores que generan rigideces nominales que provocan un ajuste lento de los precios y los salarios y que hacen que siga siendo importante la idea de que, a corto plazo, la economía puede alejarse del pleno empleo si la demanda agregada se reduce. Por tanto, no puede prescindirse del papel de la política económica para regular la economía, aunque se reconocen más dificultades para esta tarea que la que inicialmente supusieron los primeros autores keynesianos.
V. EL CONSENSO EN MACROECONOMÍA
En la sección anterior se ha expuesto la evolución de la macroeconomía como un conjunto de aportaciones que han ido mejorando nuestro conocimiento sobre la forma en que se comportan las principales magnitudes económicas, pero sin abandonar la polémica entre la tradición neoclásica (liberal) y la tradición keynesiana (más intervencionista). No obstante, el economista O. Blanchard considera que sí puede afirmarse que existe un amplio consenso en torno a cinco proposiciones macroeconómicas básicas:
• A corto plazo, los desplazamientos de la demanda agregada afectan a la producción.
• A medio plazo, la producción retorna a su nivel potencial o natural. Este nivel de renta depende de factores por el lado de la oferta: la tasa natural de paro —explicada fundamentalmente por el funcionamiento del mercado de trabajo— la población activa, el stock de capital y la tecnología.
• A largo plazo, el crecimiento económico depende, fundamentalmente, de la acumulación del capital y del progreso tecnológico.
• La política monetaria tiene efectos sobre la renta a corto plazo, y por ellos puede utilizarse como un instrumento para regular la actividad económica. A largo plazo sólo influye en la inflación.
• La política fiscal influye en el nivel de renta a través del déficit público. En cambio, déficits elevados mantenidos a medio plazo incrementan la deuda pública y pueden afectar negativamente a la tasa de acumulación del capital y el crecimiento económico.
En torno a estas cinco cuestiones, las principales discusiones tendrían que ver con la duración del corto plazo y con el papel que deben desempeñar las políticas económicas.
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